¿Dónde habitas?
¿Dónde habitas, dónde te pudiera
visitar? ¿podrás escucharme, acaso puedes verme?
Puedo saber quién fuiste, puedo
verte estoico con porte galante, dentro de ese marco en ese tono mate, en lo
que fue para ti un día tan importante, más no pude alcanzarte para escucharte,
no pude verte, pronto tuviste que marcharte, antes de llegar aquí, fui
destinado a tu ausencia y aun así en el fondo eres parte de mi esencia, eres
una marca de melancolía y tristeza.
En lugar de tus brazos llenos de
amor, tuve al abrazo de un profundo dolor que no podía comprender, que parecía
no fenecer, algo buscaba desde el amanecer hasta el atardecer, siempre ese
anhelo, ese profundo deseo de tener tan gratos recuerdos, de fraternales
caricias, de tiernos besos rebosantes de ternura.
Desgarrador sentimiento de
extrañarte sin haber estado a tu lado, que infortunio tan oscuro que mi único
encuentro contigo fuese una sienciosa despedida, lúgubre momento, negro mar de
emociones, cruel y fría lluvia de lágrimas tan desoladoras, todo cubierto de
sombras.
¿Dónde mora tú espíritu de
antaño? ¿Puedes escucharme?, ¿Puedes verme?
Quizá en el silencio de una brisa
que viaja hacía el ocaso de la vida misma, quizá en el umbral de los sueños, lo
único que sé, es que aquí habita un misterioso y sempiterno silencio, en una
foto el eco de que un día se escucho el sonido de tus risas, de tus palabras, los
suspiros de tus anhelos, estoy seguro que en un de ellos moraba el deseo de
tenerme entre tus brazos y ver en mis ojos el inocente reflejo de un amor puro.
En la inconmensurable vastedad de
las estrellas, imagino, quizá entre ellas navegue tu esencia, entre los
confines del tiempo quizá se devele ese misterio de saber si algún día te pueda
conocer. Mientras tanto, hoy solo puedo contemplar en la inmensidad del cielo y
pensar en ti, recordarte con amor, con sacro respeto.
¿Quizá puedas visitarme en mis
sueños? Sería algo hermoso tener un momento contigo, en la amplitud de otra
realidad, tener esa tierna oportunidad, en una celeste calma, poder abrazarte,
escucharte y brindarle sosiego a mi espíritu
viajero, para volver a elevar mi vista al cielo y se esboce una sonrisa de enigmática
alegría, y al contemplar tu imagen de nuevo en ese marco encuentre más paz que
nostalgia, de un anhelo por no haberte encontrado a mi lado, que se sequen estas lágrimas, que
sean abatidas con un divino sentimiento de alegría que trascienda las fronteras
de mil vidas.
Que sea siempre una dulce bienvenida,
no una fría y oscura despedida, si ha de ser que nuestros senderos coincidan en
otra época, que de alguna sublime y extraña forma, se sienta, quede manifiesta esa
paz de un tierno encuentro, que en el viaje entre el tiempo y espacio pueda
encontrarte en un profundo abrazo.
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